domingo, 8 de junio de 2008

Por qué tengo prejuicios


En el pensamiento escolástico la duda de ciertas cosas no era bien vista. No se podía dudar de lo dicho en las sagradas escrituras. Tampoco se podía dudar de las enseñanzas de los padres de la iglesia. Pero estas enseñanzas tenían misterios, existían cosas en la realidad que no podían ser explicadas. Si bien la frase “Dios lo hace así” no explica “Por qué lo hace así” ni “Cómo lo hace”. Esta incapacidad de dudar hizo que la ciencia no avanzara, y que toda verdad deba ser inferida bajo ciertos principios indubitables. Sin embargo, aunque la ciencia no avanzó, no se debe ignorar el hecho de que todas las cosas intentaron ser explicadas.

En los albores de la edad moderna se empezó a dudar de las premisas que marcaron a occidente por mil años. Descartes fue el primer gran pensador que quizo deshacerse de toda premisa equivocada o errónea, ¿Pero cuáles son las equivocadas? ¿Cuáles las certeras? Para no equivocarse debía deshacerse de todas, de todo lo que le habían enseñado, de todo lo que él suponía, de todo lo que sus sentidos le decían.

Descartes duda de todo, escepto de una cosa, algo de lo cual nadie que duda puede dudar, y es que está dudando. Empiezqa así su primera certeza: si duda es que piensa y existe. Empieza así a armar eslabones de pensamiento con esta primera certeza: “Pienso y existo” (Cogito ergo sum). Descartes y sus seguidores piensan fundar la ciencia moderna, los nuevos conceptos de verdad, etc. en este primer eslabón.

Lo que no vieron los cartesianos y el cartesianismo es que simplemente estaban cambiando un problema por otro. Esta manera de probar las cosas parte simplemente de la premisa: “si es que no puedo dudarlo, es que debe ser verdad”. Así, entonces, de lo que se puede dudar hay que tener cuidado, es posible que no sea verdad. Según Peirce, al menos el escolastismo intentaba explicar las cosas, sin embargo, el cartesianismo simplemente vuelve muchos hechos en inexplicables.[1] Peirce plantea que no podemos empezar con una duda completa, más bien debemos empezar con todos los prejuicios sobre la mesa antes de empezar cualquier estudio. No podemos disiparlos sólo por una máxima o un deber, hacerlo sería un autoengaño, no una duda real. Es cierto que una persona, bajo un hecho determinado, puede dudar de algo que creyó durante mucho tiempo, pero lo hace porque tiene una razón positiva para ello. No pretendamos dudar en la razón de aquello de lo que no dudamos en nuestros corazones.

Gadamer da un paso más allá sobre los prejuicios. “En sí mismo <> quiere decir un juicio que se forma antes de la convalidación definitiva de todos los momentos que son objetivamente determinantes”[2]. Este juicio que se forma antes, de por sí no tiene carga positiva o negativa, sin embargo hay sitios donde su sola mención causa pavor. Por ejemplo, si lo vemos del punto de vista de la jurisprudencia, un prejuicio es una predesición jurídica antes del fallo de una sentencia definitiva, es decir, tiene una carga negativa por lo que debemos evitarlo, (por eso en francés “préjudice” significa también perjuicio, desventaja, daño). Sin embargo, no porque haya una consecuencia negativa, el prejuicio debe ser catalogado como tal.

“Prejuicio” no quiere decir juicio falso ni juicio no fundamentado, quiere decir juicio previo. El querer superar todo prejuicio señala en sí mismo un prejuicio, no podemos negar nuestra finitud y los límites de nuestra conciencia. Al ser limitados debemos aceptar que existen prejuicios y que no podemos no tenerlos, más aún no debemos pretender que no los tenemos, tal acción nublaría nuestros juicios y caeríamos errores difrazados de verdad.

Pertenecemos a una tradición, tradición en formas de costumbres pero también de pensamiento, y esta no necesariamente debe divorciarse de la razón. Intentar negar nuestros prejuicios (el prejuicio a los prejuicios) es intentar negar todo lo que hemos adquirido en nuestras vidas.

[1] Cfr. PEIRCE, Ch. El hombre, un signo (el pragmatismo de Peirce), Crítica, Barcelona 1988.
[2] Gadamer, H. Verdad y Método. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1991. Pg 337

1 comentario:

Peperina dijo...

Bueno... se nota que alguien hizo su tarea... pero no puedo evitar preguntarme si esto será una suerte de trilogía... primero los celos, luego los prejuicios... y qué sigue después???' digo... me dejas en azcuas... cuál será el siguiente tema... apura pex!