martes, 21 de octubre de 2008

Por qué no creo en dictadores

Imagínense un planeta vacío de inteligencia y fértil. En ese planeta aparecen (sin saber cómo aparecen), unos seres que piensan (sin saber cómo piensan), que sufren por las hostilidades del planeta (sin saber por qué) pero que descubren una manera de soportar su miserable existencia: Hacer que otros hagan lo que ellos no quieren hacer. Que otros sean los que cosechen las tierras, que otros sean los que construyan casas, que otros sean los que limpien sus desperdicios.

UN HOMBRE, en ese planeta es totalmente libre, no hay ninguna ley externa, nadie le enseñó qué es lo bueno y qué es lo malo. Es más, ni siquiera hay que pensar que existe algo bueno o algo malo, simplemente existe acciones agradables y acciones desagradables.

Imagino que soy ese hombre, arrojado en la tierra sin saber qué hacer, con otros como yo, pero no se ven como yo, encima hablan diferente, tienen costumbres diferentes y comen otra comida. Una acción desagradable para mí es que me esclavicen, por contraposición agradable será esclavizar a otro. Pero no sólo por lo agradable, sino que tengo que hacerlo antes de que me esclavicen. Tengo que empezar con uno que sea más débil que yo, felizmente no todos somos iguales. Pero esto no puede parar, no soy el único que ha conseguido un esclavo, hay otros que lo han hecho, aún estoy en peligro, pero siendo dos, ya puedo cazar a uno más fuerte que yo. Uso mi fuerza para esclavizar a los más débiles, uso mi inteligencia para cazar a los más fuertes. Formo un ejército y me doy cuenta de que no soy el único, existen muchos ejércitos como el mío. Tengo que atemorizar a los que no desean pertenecer a mi pueblo, tengo que premiar a los que sí lo desean, tengo que destruir a los que no son como nosotros, antes de que lo hagan conmigo.

Pero algún día vendrá un ejército más grande que el mío y me matará, algún día mis esclavos se cansarán de serlo, se sublevarán y me matarán, algún día mi hijo querrá mi poder y me matará, algún día porque envejeceré y seré débil alguien me matará. Tengo un miedo que no puedo eliminar, un miedo al sufrimiento, a la muerte. Es por ese miedo que he hecho lo que he hecho, pero no es suficiente.

Pero me doy cuenta de que no soy el único con ese miedo, hay otros, casi todos tienen ese miedo. Así que hacemos un pacto: yo no te mato y tú no me matas. Creamos una nación, la Nación del Pacto, donde yo no mato mientras otros duermen para que otros no me maten mientras duermo. Pero esta nación crece y necesitamos a alguien que vigile que el pacto se cumpla, YO necesito a alguien que vigile que otro no me mate. ¿Pero acaso ese vigilante no me puede matar? ¿Quién debe ser ese incorruptible que me asegure que despertaré al día siguiente? Solo viviré tranquilo cuando yo sea ese vigilante y que todos confíen en mí.

Esta es la lógica del dictador, la del que pone orden, la del mesías salvador que gracias a él su país va a salir adelante, la del magnánimo que se cree enviado del destino para mejorar a los que él llama "nosotros". ¡Pobres de los que estén en su contra! Porque estarán en contra de toda la nación que a puesto su fe en él, deberá eliminar la oposición, deberá eliminar a “ellos” que están en contra de “nosotros”.


Esta es la irremediable conclusión del que parte de la premisa "el hombre es lobo del hombre". En el Perú se creyó (y aún muchos lo creen) que el peruano es el peor enemigo del peruano. Fíjense, es la misma frase adaptándola a nuestros tiempos. Cuando estuve de viaje a Chile escuché que varios decían que el chileno era el peor enemigo de un chileno. Abstrayendo: ¿Acaso no se piensa que el peor amigo de un sudamericano es otro sudamericano? se piensa que el peor enemigo de Ecuador es Perú, que el peor enemigo de Perú es Chile, que el peor enemigo de Chile es Argentina, que el peor enemigo de Argentina es Brasil... y la lista puede continuar. Aquél que crea que esto es verdad acabará irremediablemente pidiendo auxilio a una mano fuerte que lo salve y ponga orden.

Ahora imagínense un planeta, donde el ser humano está arrojado en él, sin saber por qué. Y que cuando digan “nosotros” se refieran a todos, y cuando digan “ellos” no se refieran a nadie…

Por qué soy corrupto


Cuando los españoles vinieron a Sudamérica conquistaron los pueblos indígenas de la región. Es decir, entraban a un pueblo, mataban a los varones que podían ser peligrosos para ellos, violaban mujeres, mataban niños y si era conveniente, esclavizaban a los que quedaban. ¿Por qué lo hacían? Cuando atraparon a Atahualpa, un español le enseñó el oro y le dijo: “nosotros comemos esto” (para los incas el oro no tenía valor, simplemente era un metal bonito y ornamental). El inca ofreció un valioso rescate pero igual buscaron cualquier excusa para matarlo. Lo curioso de esto es que expresa que los españoles que vinieron son los que "comían" oro, no conocimiento, no deseo de vivir bien, sino oro. Lo que vino a Sudamérica durante tantos años fue lo peor de España.

Los valores traspasan las generaciones, y se siguen de padres a hijos. La clase alta peruana en la república aristocrática era descendiente de esos españoles y heredera de sus valores. La pasaban bien, el país estaba perfecto para ellos, si había peligro en las calles, la única solución era tener un mejor guardaespaldas y no mejorar las calles. Era una clase opresora y no una clase dirigente, una clase que somete al pueblo para su bienestar y no una clase que quiere conducir al pueblo hacia un bienestar común.

Ahora los tiempos han cambiado pero los valores no tanto. Rómulo león tiene 60 años y es prófugo del país por 50 mil dólares, ¿No es muy viejo para meterse en cosas por el estilo que no sólo lo arrastran a él sino a su familia? ¿Acaso 50 mil dólares no es muy poco dinero para arriesgarse de tal manera? ¿esto ha de asombrarnos? Estas preguntas son incontestables si solamente se ve ese caso como algo aislado. Miren el conjunto. Toda su vida la ha vivido así, ese hombre no puede no ser corrupto.

Fijémonos en los valores que aprendemos, sinceramente… debo admitir que me siento como un tonto esperando que el semáforo rojo cambie a verde si son pasadas las doce y no viene ni un auto. Que a veces me dan ganas de botar basura a la calle; que no cruzo la pista por las rayas blancas esquivando autos; que excedo el límite de velocidad en Javier Prado si es que no hay censores que me lo impidan. Siento que si sigo la norma en su totalidad soy un huevón. ¿Por qué siento esto? PORQUE TODOS LOS PERUANOS QUE HABLAN EL ESPAÑOL COMO LENGUA MATERNA HEREDAMOS LOS VALORES DE LOS ESPAÑOLES QUE LLEGARON CON PIZARRO. SOMOS CORROMPIBLES, SI ES QUE YA NO SOMOS CORRUTOS. El corrupto se siente idiota si no aprovecha la oportunidad para corromperse. Incluso podría decir lo mismo de los sudamericanos sin miedo al error, pero tal afirmación sí sería arriesgada.

No caigamos en simplismos como en dividir a la sociedad en ricos y pobres, (donde el rico por el mero hecho de ser rico es malo y el pobre es bueno). Me encantaría tener mucho oro, y en cierto sentido desayuno, almuerzo, ceno y oro, pero estoy consciente de que soy corrompible. Me gustaría pensarme como un hombre totalmente estoico, pero sé que no lo soy, tengo mis debilidades y mis contradicciones. Por eso, si quiero vivir mejor, también tengo que pensar en mis jefes y en los que trabajan para mí. Yo no puedo crearme un paraíso para mí solito. Las serpientes vendrían y se lo comerían. O creamos un paraiso para todos o cada uno tendría que volverse la serpiente más fuerte... prefiero la primera opción.